Ir al contenido principal

Leer en verano


Hay personas que aprovechan el verano para aquellas lecturas a las que no han podido dedicar tiempo durante el periodo laboral. Hay quienes no cambian sus hábitos lectores y no se dejan influir por el cambio de ritmo vital. También quienes leen mucho mas en verano, aprovechando el tiempo libre, que hay más horas de sol. Aquellos que aprovechan a leer esos grandes clásicos que no pudieron disfrutar antes, o sesudos ensayos. Otras personas prefieren libros piscineros, más ligeros y que no dejen demasiada huella, acordes con el talante veraniego de sol, playa (o piscina, o montaña) y cervezas.


Yo soy de las que no cambian demasiado sus hábitos lectores en verano, básicamente porque no suelo ceñirme a un género o estilo de libro. Leo todo tipo de libros (excepto novela romántica, aunque alguna ha caido de forma excepcional) y en los ratos que puedo y me apetece. Salvo el momento del café de la mañana, tampoco tengo horarios específicos para leer. Por tanto el verano no tiene rutina que alterar.

Lo que sí hago en verano más que durante el resto del año es leer en la playa. No es exclusivo de esta estación (ventaja de vivir en una isla subtropical), aunque sí más habitual. Y lo que hace años era casi incómodo por la arena que te llevabas a casa entre las páginas y que no había manera de quitar (¡LO ODIO!), ahora -gracias al lector electrónico- es un auténtico placer. Da igual si hay un sol radiante o si hay viento que levante la arena; el lector aguanta las inclemencias y permite leer tu libro sin que se pasen las hojas, o haya sombras, o se llenen de arena. Y si no me convence lo que estoy leyendo, cambio de libro. Todo ventajas.

Así, se juntan dos de los mayores placeres que hay para mi: un buen libro y el sonido relajante del mar... Aclaro que soy de las que van a playas poco visitadas, a horas muy tempranas, por lo que puedo expandirme en la arena sin chocarme con ninguna toalla ajena o pelota desviada de a saber dónde. Entre mis múltiples manías está alejarme de las multitudes. Y así la lectura se disfruta mucho más.

También es cierto que en verano hay una época en la que apenas leo; cuando estoy de viaje (lo que procuro hacer cada mes de agosto, al menos una semana, mejor si son dos; no es el mejor momento de viajar, pero quienes nos dedicamos a la docencia no tenemos otra opción). Sí, desde luego, aprovecho las horas de avión o tren para avanzar en mi lectura, pero soy un poco como los niños pequeños, y tiendo a quedarme dormida en los medios de transporte. Por tanto, salvo cuando estuvimos de vacaciones en La Graciosa que sí leí muchísimo -poco más se puede hacer en esa recomendabilísima isla-, durante los viajes prefiero dedicarme a pasear, a hacer fotografías (otra de mis aficiones), a conocer sitios, y -simplemente- a ver la vida pasar, que es con lo que realmente disfruto. Y aparco la lectura sin ningún remordimiento de conciencia.

¿Y tú? ¿Lees en verano algún tipo de libro diferente a los que lees el resto del año? ¿Cambian tus hábitos lectores? ¿tus ritmos?

Comentarios