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Siete cuentos morales, J. M. Coetzee (Sudáfrica)

-No es algo para siempre -sigue la madre-. Tranquilos, no va a durar mucho. Cuando llegue el momento, volveré a se la misma, a fin de temporada. Pero quiero que de nuevo me miren. Que una o dos veces más en la vida alguien me mire como se mira auna mujer. Eso es todo. Que me miren. Nada más. No quiero irme sin tener esa experiencia.
Que la miren. Hay un intecambio fugaz entre él y la hermana; una expresión, una mirada, no la mirada que intercambian un hombre y una mujer, sino la mirada que cruzan un hermano y una hermana con una larga historia de complicidad.
FICHA TÉCNICA
Título: Siete cuentos morales
Título original: Moral Tales
Género: Cuentos y leyendas
1ª edición en inglés: 2003/2013/2017
Edición en español: 2018
Editorial: El hilo de Ariadna - Literatura Random House
ISBN: 9788439734666
Nº de páginas: 128
Traducción: Elena Marengo
Formato: Rústica
Sinopsis: Los seguidores de John M. Coetzee reconocerán a la feroz pensadora Elizabeth Costello, cuyas «ocho lecciones» nos llegaron a través del libro que lleva su nombre, de 2003. Se trata de una ficción didáctica, pero a su vez los relatos sorprenden por su capacidad de convocarnos a reflexionar sobre los desafíos que compartimos y que van más allá de lo individual.
Hay algo en este libro que recuerda la antigua, perenne ley del budismo: compasión hacia todo ser viviente. «Siempre abrigué la convicción de que tengo cierto grado de acceso -¿cómo decirlo?- a la interioridad de los animales -dice Costello-. [...] Por la facultad de la empatía que, en mi poco científica opinión, es innata en nosotros. Nacemos con esa facultad [...] y podemos optar por cultivarla o dejar que se marchite».
Cada uno de estos Siete cuentos morales del premio Nobel funciona como un rompecabezas, un objeto hipnotizante que parece llevarnos a otra parte pero termina por reubicarnos frente a nuestra propia realidad. Nos proponen nada menos que repensar cómo interpretamos las consecuencias de nuestras decisiones cotidianas.
Elizabeth Costello lucha por asegurar la cristalización de pensamientos que pocos se esforzarían por comunicar. Dudas acerca de la moral de nuestra relación con el mundo, de nuestra capacidad de comprender otras formas de vida y de llevar con responsabilidad la convivencia con ellas
Valoración: 8/10

Cuando comencé con este reto no pensé en Sudáfrica como uno de los primeros países que incursionaría; pero el azar me ha llevado allí. Hace unos días, de visita a la librería (esos lugares en los que debería restringírseme el acceso... dado que yo no tengo la voluntad suficiente para hacerlo), vi estos Siete cuentos morales anunciados -en la faja, ese invento infernal de las editoriales, que sólo sirve para matar árboles y para crear expectativas falsas- como primicia mundial, publicada en español antes que en cualquier otro idioma (salvo el inglés, imagino) y me hice con él.

Desde que le dieron el Premio Nobel (y oí hablar por primera vez de él) he considerado a Coetzee un autor difícil, denso, de temáticas complejas. Puros prejuicios, lo confieso, porque hasta ahora no había leido nada de él. Y ese es el motivo, también, de haberme hecho con este libro; considero que los cuentos son la forma idónea de acercarse a escritores y escritoras que -de entrada- nos parecen complicados. Me ocurrió lo mismo con Virginia Woolf, con Kafka o Alice Munro. Y con estos cuentos he descubierto -en el caso que nos ocupa hoy- a un escritor lúcido, profundo, reflexivo y, al mismo tiempo, con un estilo ligero.

Me han gustado mucho estos cuentos morales en los que se nos plantean temas profundamente humanos (la responsabilidad personal, el derecho a elegir cómo vivir y morir, nuestra relación con los animales, el miedo, las emociones, nuestro legado, etc.) sin tomar partido -el autor- por ninguna opción posible, permitiendo que sea el lector quien reflexione y decida cuál es su postura. Un libro que se lee con la pregunta constante ¿y yo, qué haría? ¿cómo reaccionaría, qué pensaría, qué dejaría de hacer? Porque actuar, a veces, implica no hacer, no reaccionar, optar por  mantenerse al margen, si esa es una opción moral (o política ¿podemos separar, acaso, la moral de la política?) conscientemente tomada y asumida.

Desconozco si Coetzee es un buen representante de la literatura sudafricana, pues hasta ahora sólo había leido La historia de mi hijo, de Nadine Gordimer (Premio Nobel 1991), hace ya más de 20 años y del que apenas tengo recuerdos (salvo un impreciso "me gustó").

En estos cuentos no hay referencias al apartheid, a las diferencias raciales o de clase, a la política sudafricana ni a ninguna otra temática que pudieras esperar en un libro de un/a autor/a sudafricano; pero lo cierto es que Coetzee actualmente vive en Australia y sus cuentos son universales, en el sentido de que plantean cuestiones que son humanas, no tanto propias de un país, una cultura, o un momento histórico, independientemente de que todos esos factores contribuyan a conformar la respuesta que damos ante cada dilema moral. Pero como cuestión para reflexionar, es esencialemente humana.

Por otro lado, habría que plantearse hasta qué punto nuestras expectativas lectoras, especialmente referidas a escritores y escritoras de países que nos son lejanos y desconocidos, no están más basadas en el estereotipo, en lo que sabemos por las noticias o las películas, que en la realidad de cada país. O por qué la literatura debería ser siempre un reflejo del país o las circunstancias de su autor/a, encadenándolos a unos hechos de los que tal vez quieran distanciarse, o que -simplemente- no les interesan desde el punto de vista literario.

Sea como sea, la lectura de este libro me ha despertado la curiosidad por este autor, por lo que sé que leeré algo más de él. Para empezar, Elizabeth Costello, protagonista de al menos 5 de estos cuentos (tengo dudas con uno de ellos, y con otro estoy segura de que no es el personaje femenino de la historia). Su cuestionamiento sobre lo que está establecido, su visión del mundo me ha gustado, y quiero profundizar. Y también me apunto para futuras lecturas, porque me los han recomendado, Desgracia y La edad de hierro

Para terminar, un video musical (creo que lo voy a institucionalizar ya en el Blog). En esta ocasión, una canción del rapero sudafricano Kwesta, que llegó a ser Disco de Platino, y que canta con el estadounidense Wale. El video fue grabado en Katlehong, su ciudad natal, que sí parece cumplir con nuestras expectaivas y estereotipos sobre lo que es Sudáfrica.



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