Todos podemos perder la cabeza por amor; sólo hace falta que aparezca la persona adecuada. El amor es un pintor y la otra persona es un lienzo. Algo de la manera de ser del enamorado se refleja en el lienzo. Para Dante, Beatriz no sería solo una mujer; sería como una diosa. Pero, para otro enamorado, no pasaría de ser una mujer, y, a los ojos de alguno, no sería más que una hembra de tantas. La expresión "el amor es ciego" significa que nos empeñamos en ver a la otra persona según nos conviene. Pero esa persona no es única. No puede asegurarse que hasta que no se encuentra esa persona, supuestamente única, no puede nacer el amor. Hay miles, millones de personas con las cualidades adecuadas para ser tu pareja; por eso, el amor que está dentro de cada uno se mantiene vivo.
FICHA TÉCNICA
Título: Amistad
Título original: 友情 (Yûjô)
Género: Narrativa contemporánea
1ª edición en japonés: 1919
Edición en español: 2015
Editorial: Contraseña
ISBN: 978-84-940903-8-7
Nº de páginas: 160
Traducción: Elena Gallego Andrada
Formato: Rústica
Sinopsis: Nojima, un joven estudiante de literatura y prometedor escritor, conoce un día en el teatro a Sugiko, hermana de un amigo suyo, a la que hasta ese momento solo había visto en una fotografía. Ese mismo día cae rendidamente enamorado de ella. La única persona a la que se atreve a confesarle sus sentimientos es su íntimo amigo Omiya, un escritor que ya ha conseguido cierto reconocimiento y que ejerce una benéfica influencia sobre él. Casualmente, Omiya conoce a Sugiko desde que esta era una niña. A pesar de que también se siente atraído por ella, Omiya decide anteponer la amistad a sus sentimientos amorosos. Sugiko, por su parte, enamorada de uno de ellos, tomará una decisión que pondrá a prueba la estrecha amistad que une a Nojima y Omiya.
Amistad, publicada en 1919, es la primera obra de Saneatsu Mushanokōji que se edita en España. Se incluye en esta edición como posfacio «Mushanokōji y yo», un relato de Naoya Shiga, autor también inédito en nuestro país, en el que este da testimonio de la larga amistad que unió a los dos escritores.
Valoración: 6/10
El primer escritor japonés que leí -hace más de 30 años- fue Yasunari Kawabata; su Lo bello y lo triste me fascinó e impactó a partes iguales, y La casa de las bellas durmientes, me generó cierta incomodidad, siendo una novela hermosísima. Después, llegó Kenzaburo Oé y su Una cuestión personal, una novela dura, incluso cruel, sobre la incapacidad de aceptar a un hijo nacido con discapacidad (una novela con tintes autobiográficos, lo que la convierte en un testimonio personal aún más impactante). Y más recientemente -cómo no- Haruki Murakami, creador de mundos oníricos, obsesivos, absurdos y tremendamente hipnotizantes. Por una cuestión sentimental (fue un regalo de mi hermano Carlos, quien me lo descubrió) mi novela preferida de este eterno candidato al Nobel (confiemos en que en algún momento deje de serlo...) es Kafka en la orilla.
Pero aparte de estos tres conocidísimos autores, hay más literatura japonesa. Recomiendo especialmente Tatuaje, de Junichiro Tanizaki (en la bella edición ilustrada por Manuel Alcorlo, de la Editorial Rey Lear), y La cigarra del octavo día, de Mitsuyo Kakuta todo un descubrimiento esta autor, a la que seguiré leyendo.
Todos estos libros son un ejemplo de cómo leer nos permite viajar realmente; conocer los países no por sus comidas, o por su arte, o sus paisajes; sino por la psicología de sus habitantes. Los libros nos permiten conocer a las personas, sus códigos morales, sus registros sociales, de una manera indirecta pero muy cercana.
En este sentido, historia que nos cuenta Amistad también nos permite conocer a los japoneses y japonesas; si bien el libro es previo a la 2ª Guerra Mundial, un hito histórico fundamental en la configuración de la sociedad y la psicología del Japón actual, absolutamente moderno y -al mismo tiempo- aferrado a tradiciones y costumbres ancestrales, es una novela muy moderna para su época. Los protagonistas son jóvenes intelectuales, admiradores de la cultura occidental, con una visión más abierta del mundo y de las relaciones que sus mayores.
Y aquí radica la primera sorpresa (para mi). Acostumbrada a la contención emocional de los personajes que pueblan las novelas japonesas que he leido, a su comprensión raciónal de la vida, a su completo (y complejo) respeto social, incluso entre familiares y amigos íntimos, en esta novela me ha chocado la pasión del protagonista -Nojima- al hablar de su enamoramiento de Sugiko, de sus anhelos, de sus temores. Bien, vale, no es la pasión que podemos encontrar en las novelas del realismo mágico, pero sí está a unos cuantos niveles por encima de la pasión austeniana.
Esta novela se lee de forma rápida, no sólo por la brevedad, sino por la ligereza de los diálogos, porque quieres saber qué ocurrirá finalmente con este trío que no quiere serlo (y que, no nos olvidemos que estamos en el Japón de inicios del siglo XX, tampoco avanzará demasiado ni en modernez ni -mucho menos- en erotismo), y, sobre todo, cómo impactará en esa amistad tan sincera, profunda y afectuosa entre Nojima y Omiya que ambos se sientan enamorados de la misma mujer.
Quizá la novela pierde fuerza cuando llega el desenlace y sabes en qué desemboca esta historia; no porque el final pueda gustar más o menos, sino porque de repente pierde peso, ya no hay diálogos que te lleven a la reflexión sobre las grandes cuestiones -el amor, la amistad, la familia, el destino, el compromiso social...-, todo se vuelve algo más prosaico, más cotidiano, incluso algo más folletinesco. Es lo que no me ha gustado del libro, aunque no desmerece todo lo anterior. Es una forma de terminar que quizá busca algo de dramatismo -dando voz a Sugiko-, pero como ella es algo insulsa (sólo tenía sentido que los amigos se enamoraran de ella porque son todos muy jóvenes), el final resulta igual. Insulso.
No obstante, es una lectura agradable. Recomendable para visitar este país (aunque hay otras mejores)
Y supongo que para el video final debería haber investigado algo sobre música japonesa, pero ¿para qué, si ya tenía claro qué quería compartir? De la banda sonora de Merry Christmas, Mr. Lawrence (Nagisa Õshima, 1983), Forbidden Colours, escrita e interpretada por Ryuchi Sakamoto
Valoración: 6/10
El primer escritor japonés que leí -hace más de 30 años- fue Yasunari Kawabata; su Lo bello y lo triste me fascinó e impactó a partes iguales, y La casa de las bellas durmientes, me generó cierta incomodidad, siendo una novela hermosísima. Después, llegó Kenzaburo Oé y su Una cuestión personal, una novela dura, incluso cruel, sobre la incapacidad de aceptar a un hijo nacido con discapacidad (una novela con tintes autobiográficos, lo que la convierte en un testimonio personal aún más impactante). Y más recientemente -cómo no- Haruki Murakami, creador de mundos oníricos, obsesivos, absurdos y tremendamente hipnotizantes. Por una cuestión sentimental (fue un regalo de mi hermano Carlos, quien me lo descubrió) mi novela preferida de este eterno candidato al Nobel (confiemos en que en algún momento deje de serlo...) es Kafka en la orilla.
Pero aparte de estos tres conocidísimos autores, hay más literatura japonesa. Recomiendo especialmente Tatuaje, de Junichiro Tanizaki (en la bella edición ilustrada por Manuel Alcorlo, de la Editorial Rey Lear), y La cigarra del octavo día, de Mitsuyo Kakuta todo un descubrimiento esta autor, a la que seguiré leyendo.
Todos estos libros son un ejemplo de cómo leer nos permite viajar realmente; conocer los países no por sus comidas, o por su arte, o sus paisajes; sino por la psicología de sus habitantes. Los libros nos permiten conocer a las personas, sus códigos morales, sus registros sociales, de una manera indirecta pero muy cercana.
En este sentido, historia que nos cuenta Amistad también nos permite conocer a los japoneses y japonesas; si bien el libro es previo a la 2ª Guerra Mundial, un hito histórico fundamental en la configuración de la sociedad y la psicología del Japón actual, absolutamente moderno y -al mismo tiempo- aferrado a tradiciones y costumbres ancestrales, es una novela muy moderna para su época. Los protagonistas son jóvenes intelectuales, admiradores de la cultura occidental, con una visión más abierta del mundo y de las relaciones que sus mayores.
Y aquí radica la primera sorpresa (para mi). Acostumbrada a la contención emocional de los personajes que pueblan las novelas japonesas que he leido, a su comprensión raciónal de la vida, a su completo (y complejo) respeto social, incluso entre familiares y amigos íntimos, en esta novela me ha chocado la pasión del protagonista -Nojima- al hablar de su enamoramiento de Sugiko, de sus anhelos, de sus temores. Bien, vale, no es la pasión que podemos encontrar en las novelas del realismo mágico, pero sí está a unos cuantos niveles por encima de la pasión austeniana.
Esta novela se lee de forma rápida, no sólo por la brevedad, sino por la ligereza de los diálogos, porque quieres saber qué ocurrirá finalmente con este trío que no quiere serlo (y que, no nos olvidemos que estamos en el Japón de inicios del siglo XX, tampoco avanzará demasiado ni en modernez ni -mucho menos- en erotismo), y, sobre todo, cómo impactará en esa amistad tan sincera, profunda y afectuosa entre Nojima y Omiya que ambos se sientan enamorados de la misma mujer.
Quizá la novela pierde fuerza cuando llega el desenlace y sabes en qué desemboca esta historia; no porque el final pueda gustar más o menos, sino porque de repente pierde peso, ya no hay diálogos que te lleven a la reflexión sobre las grandes cuestiones -el amor, la amistad, la familia, el destino, el compromiso social...-, todo se vuelve algo más prosaico, más cotidiano, incluso algo más folletinesco. Es lo que no me ha gustado del libro, aunque no desmerece todo lo anterior. Es una forma de terminar que quizá busca algo de dramatismo -dando voz a Sugiko-, pero como ella es algo insulsa (sólo tenía sentido que los amigos se enamoraran de ella porque son todos muy jóvenes), el final resulta igual. Insulso.
No obstante, es una lectura agradable. Recomendable para visitar este país (aunque hay otras mejores)
Y supongo que para el video final debería haber investigado algo sobre música japonesa, pero ¿para qué, si ya tenía claro qué quería compartir? De la banda sonora de Merry Christmas, Mr. Lawrence (Nagisa Õshima, 1983), Forbidden Colours, escrita e interpretada por Ryuchi Sakamoto
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