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Belleza, Kerascoët & Hubert (Francia)

A la avanzada edad de 18 años, la princesa Claudina no se había casado aún.
No por falta de pretendientes -¡era hija de rey!- sino porque había frustrado todos los proyectos matrimoniales. Sabía que no era guapa y no soportaba a los aduladores interesados.
Desde su más tierna infancia, todos la encontraban extraña. Su madre murió al dar a luz y el Rey, su padre, maldijo en su corazón a Mara, la Reina de las Hadas.
Mara, susceptible como todas las Hadas, otorgó a la niña dones que solían destinarse a los varones: vivo ingenio, independencia de pensamiento y capacidad de mando.
FICHA TÉCNICA
Título: Belleza
Título original: Beauté. L'intégrale
Género: Novela gráfica
1ª edición en francés: 2014
Edición en español: 2018
Editorial: Astiberri
ISBN: 978-84-16880-55-3
Nº de páginas: 160
Traducción: Lucía Bermúdez Carballo
Formato: Cartoné
Sinopsis: Ojos saltones, orejas de soplillo, tufo a pescado. Así es la joven más fea del pueblo, a la que todos llaman Hedionda. Hasta que un buen día conoce a un hada que le promete concederle su más preciado deseo: la belleza.
La vida comienza entonces a sonreírle y su destino coge otro rumbo. Desencadena pasiones y provoca guerras allá por donde va, hasta se convierte en reina, pero poco a poco va descubriendo que el don del hada es en realidad un regalo envenenado, y su nueva apariencia una maldición...
Una fábula en tres actos no exenta de crueldad, recogida aquí en un integral en bitono, en la que el guionista Hubert se inspira en cuentos clásicos para reflexionar sobre las apariencias, con una buena dosis de humor negro. La estética de Kerascoët, los dibujantes de Preciosa oscuridad (Spaceman Books, 2016), mezcla con sutileza iluminaciones medievales, art nouveau y estampas japonesas
Valoración: 8/10

¿Una novela gráfica de unos autores desconocidos -al menos para mi- habiendo tantísimos escritores y escritoras franceses que vale la pena leer? Pues sí, porque en este viaje literario no tengo muchas normas, salvo leer libros escritos por autores de cada país, sean o no los más conocidos o representativos; los más conocidos, los más afamados. Ya en el listado de países incluyo alguna novela francesa que considero muy recomendable, por si alguien prefiere lecturas más canónicas.

Pero este Belleza no se aleja demasiado de la tradición literaria francesa. Sí de la del realismo (Zolá, Flaubert, Maupassant...), o el romanticismo (Stendhal, Merimée, o el mismísimo Alejandro Dumas); también se aleja de la literatura comprometida del siglo XX, ya sea exitencialista -con Jean Paul Sartre a la cabeza- o surrealista. O la más actual, de la que he leido menos.

La tradición de la que bebe esta historia son los cuentos de hadas de Charles Perrault o Madame d'Aulnoy, en los que siempre hay una moraleja que invita a las mujeres a ser más cuidadosas, más castas, más modestas, pues sólo así se librarán de los males del mundo; males, por otra parte, que han sufrido en sus carnes a lo largo del cuento, hasta que o bien su ingenio, o bien -la mayoría de las veces- un príncipe (o plebeyo), las libera de sus penas y las restituye al lugar que se merecen. Más sabias, más puras, más obedientes.

Y esta historia comienza como todos los cuentos de hadas que se precien: una joven de buen corazón, poco agraciada, explotada por sus familiares y que se ha merecido el apelativo de Hedionda por su permanente olor a pescado (tenlo presente, Cenicienta, por si pensabas que no podía haber apodo más humillante que el tuyo), encuentra en el bosque un día un sapo, y se apiada de su fealdad -¿no es, realmente, que se lamenta de la suya propia?- rompiendo así el encantamiento de Mab, el hada que estaba atrapada en el cuerpo del sapo, y que -en agradecimiento- le concede un deseo a la triste Hedionda: Quieres belleza y belleza tendrás. A los ojos de los demás serás la encarnación misma de la hermosura. Por obra de este encantamiento, eclipsarás a la más bella mortal que jamás haya existido.

¿Y fueron felices y comieron perdices? Más bien no, aquí es donde empieza de verdad la historia
Fuente: Revista Cactus
Esta es una historia cruel y, en ocasiones, desasosegante, sobre los efectos de la belleza en los demás. Es una crítica a nuestra sociedad -aunque el tiempo sea el de las Hadas- en la que se da más valor a lo hermoso que a lo bueno; donde la imagen es más poderosa que lo que representa. La inteligencia -encarnada por la princesa Claudina, que, obviamente, es fea- debe luchar por imponerse, por mostrar su valía, por hacerse respetar. Mientras que la belleza, simplemente ha de mostrarse.

Los hombres reaccionan con lujuria ante la belleza de Hedionda; las mujeres con envidia. ¿Y ella, cómo vive tras su transformación, que no es real, sólo lo es a los ojos de los demás? Se va convirtiendo en una persona cada vez más egoista, caprichosa y vana. Acaba creyendo que lo que tiene -siendo hermosa le va muy bien en la vida, admitámoslo...- se lo merece por derecho; ya no tiene que luchar ni por conseguir su sustento, ni por ser apreciada por los demás. ¿Quién quiere aprecio, cuando es admirada, venerada, deseada?

Hasta que ocurre algo -no voy a desvelarlo- que lleva a Hedionda a darse cuenta de que su vanidad es causa de dolor y pesares en otras personas; que satisfacer sus caprichos requiere que otras personas renuncien a lo suyo (y no con agrado, precisamente); que su felicidad reposa en la desgracia de otros. Y, entonces, la historia cambia. El cuento de hadas pasa a ser más oscuro, más violento, más duro.

Cárcel, guerras, locura, celos, violaciones, irrumpen en la historia que se aleja -ahora sí- de los cuentos tradicionales (en los que hay parricidios, fratricidios, torturas, decapitaciones, canibalismo y otras barbaridades, pero la pureza de la mujer se mantiene intacta hasta el final). Y Hedionda inicia un camino interior en el que adquiere sabiduría, conciencia de sí, templanza y -¡por fin!- inteligencia, porque es capaz de mostrarse como realmente es ante la persona que más quiere: su hija, que es quien realmente la salva de su vacío interior.

Y como todo cuento tradicional, también hay una moraleja. La del epílogo (inesperado, me pareció tremendamente divertido; de una ironía sutil, pero esclarecedora): la belleza está en los ojos de quien mira. Y las enseñanzas que yo saco:
  • sólo cuando tomas consciencia de ti misma puedes encontrar tu camino verdadero; 
  • quienes conocen tu esencia, y te aceptan como eres, son tus mejores compañeros de viaje; 
  • si no sabes gestionar tus dones, desperdicias tus talentos.
Para terminar esta reseña, una breve mención a los dibujos. Toda esta historia -en la que pasan muchas cosas, hay momentos divertidos, otros para la reflexión, otros realmente desagradables- está apoyada por unas ilustraciones tricolor: blanco, negro, amarillo, que aportan una cierta irrealidad a las imágenes, pero también una gran armonía. A veces son algo ingénuos, a veces muy elaborados. Siempre llamativos.

En conjunto es un libro que vale la pena leer, por lo que cuenta, por cómo lo cuenta, y por cómo se ilustra.

Para despedirnos de Francia, una canción de Zaz, que cada vez me gusta más. La lessive. que podría traducirse como la colada (en un homenaje a Hedionda, Cenicienta y tantas otras muchachas de los cuentos obligadas a servir a otros; normalmente otras), pero que no tiene mucho sentido, teniendo en cuenta la letra de la canción (mis conocimientos de francés no llegan a entender la relación entre título y letra). En cualquier caso, la canción me gusta mucho.


Comentarios

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