Waiyaki pensó que ya era hora de marcharse. La arboleda sagrada no había arrojado luz sobre el camino que debía seguir. No sabía muy bien adónde se dirigía ni qué era lo que realmente quería decirle a su pueblo. Seguía a ciegas. Se acordó de Nyambura y se preguntó cómo se sentiría estando en la choza de él. Por un instante fue presa del terror y se odió a sí mismo por haber abandonado la choza. ¿Y si venían y se la llevaban a la fuerza? ¿Y si Joshua lo había denunciado en el puesto gubernamental? Volvió a preguntarse si no sería mejor huir y, mientras descendía la pendiente, fijó la vista en la lejanía. Se le presentó una visión repleta de posibilidades y oportunidades en aquel lugar, lejos de las colinas. Quizá algún día se marchase allí. Quizá algún día uniese fuerzas con los hombres de Muranga, Kiambu y Nyeri y juntos, con una sola voz, le dijeran al hombre blanco: «¡Márchate!». Y Waiyaki supo de pronto lo que las cordilleras querían. Sintió, de pronto y con mayor certidumbre que ...

Lectora compulsiva de prácticamente todos los géneros (aunque la novela romántica se me resiste; no es lo mío), he decidido iniciar un proyecto de lectura para leer un libro de cada país del mundo. No ambientado, sino escrito por un autor o autora de cada país. Y no va a ser fácil... Pero allá vamos; te invito a compartir los resultados, dudas o reflexiones que conlleva este reto lector