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La acusación, Bandi (Corea del Norte)

La señora Oh intentó apaciguar el temblor de su voz y empezó a contar su cuento:
—Érase una vez una colina cercada por diez hileras de vallas. Dentro vivía un brujo rodeado de miles de esclavos. Pero la cosa más sorprendente era que tras las diez hileras de vallas no se oía nada más que risas. Se oían las risas fuese otoño, invierno, primavera o verano. Y eso sucedía porque el viejo brujo tenía hechizados a sus esclavos. ¿Y por qué los tenía hechizados de tal forma? Porque quería ocultar que los estaba maltratando y engañar de este modo a la gente que vivía fuera de la colina y hacerles creer que en aquel lugar todo el mundo era feliz. Había ordenado construir diez hileras de vallas para que nadie procedente de los pueblos vecinos pudiese entrar y ver lo que pasaba. Piénsalo. Cuando la gente que vivía en la colina se hacía daño o estaba triste y lloraba, lo que salía de su boca eran grandes carcajadas. ¿Cómo era posible que existiese una magia tan cruel, una colina tan terrorífica?
Sin darse cuenta, la señora Oh empezó a sollozar. Su intención había sido contar una historia para olvidarse de todo, pero había sido inútil. Era muy tarde y los altavoces bramaban de nuevo con otra historia de «sonrisas de la felicidad». Eso le dio a la señora Oh más ideas para nuevos cuentos.


FICHA TÉCNICA
Título: La acusación
Título original: 고발
Género: Cuentos y relatos
1ª edición en coreano: 2004
Edición en español: 2017
Editorial: Libros del Asteroide
ISBN: 978-84-17007-18-8
Nº de páginas: 242
Traducción: Héctor Bofill y Hye Young Yu
Formato: Libro digital
Sinopsis: En el año 2013 un anónimo escritor norcoreano consiguió sacar fuera del país un manuscrito que contenía parte de su obra literaria. Un año después se publicaría en Corea del Sur La acusación, una colección con alguno de los relatos incluidos en ese manuscrito, un contundente retrato de la vida cotidiana bajo el régimen norcoreano. Así, un héroe de guerra y ferviente comunista planta un olmo en el jardín de su hogar para conmemorar a uno de sus compañeros de armas. Un niño en Pyongyang llora ante el retrato de Karl Marx, creyendo que es un monstruo de la mitología coreana llamado Obi. Una esposa intenta alimentar a su marido durante los años más duros de la hambruna a finales de los noventa. Una mujer en una situación peligrosa se encuentra con el mismísimo Líder.
Ambientados en la década de 1990, en los últimos años del liderazgo de Kim Il-sung, los siete relatos de La acusación arrojan un poco de luz sobre la existencia bajo una de las dictaduras más horribles y herméticas de todos los tiempos.

Valoración: 8/10

Confieso que empecé a leer este libro pensando que no era real la historia del escritor norcoreao que -de manera algo aventurera y bastante sorprendente- lograba sacar sus relatos del país para dar a conocer la situación de su país en "el mundo libre". Me imaginaba una obra (anti)propagandística del régimen  más cerrado de Asia. Y lo cierto es que no sé si es realmente un invento editorial para vender el libro o realmente Bandi es el seudónimo de un escritor norcoreano que sigue viviendo en su país, bajo la dictadura -ahora- de Kim Jong Un.

No tengo argumentos ni en contra ni a favor de que este sea un intento más de vendernos una historia con trasfondo controvertido más falsa que real, al estilo los Diarios de Hitler, de la década de los 80 o del Diario de Jack el Destripador publicado en los 90. Da igual. El libro me ha gustado muchísmo. Me atrapó desde el primer relato -La fuga del Norte- hasta el último -La seta roja-, dejándome una sensación de agobio, desesperanza y opresión ante la situación de los personajes en las diferentes historias que se nos ofrecen en este libro.

Las contradicciones del sistema (¿le sorprende a alguien que el Presidente del país viaje en un moderno tren decorado con los mayores lujos, mientras sus conciudadanos tienen que sufrir retrasos, trenes viejos, controles? ¿o que los altos cargos del Partido tengan acceso a productos de lujo, comidas, bebidas, que sus trabajadores o campesinos ni siquiera pueden soñar?), el abuso de poder, y -sobre todo- la irracionalidad de un régimen comunista que se fundamenta en el liderazgo (hereditario, como en cualquier vieja monarquía) de un Presidente casi deificado, son la tónica de todos los relatos en los que algún personaje muestra su crítica más o menos velada ante dichas sinrazones, arriesgándose a unas consecuencias no por sabidas menos duras.

Leyendo este libro, Kafka y 1984 son referencias que me vienen constantemente a la mente (Bandi tiene menos calidad literaria, pero esto es irrelevante teniendo en cuenta el impacto de lo que cuenta). Todos comparten esa narración del control social del individuo por parte de unas autoridades distantes y ajenas (qué buena la metáfora de La seta roja) con requisitos que se escapan totalmente de la capacidad individual de afrontar las situaciones, de darles solución, de -simplemente-comprenderlas. Hagas lo que hagas, es alguien ajeno a ti quien decide si eres buen ciudadano o no. Y estás a expensas de tantos factores -muchos directamente fuera de tu campo de decisión- que no es extraño que en 45 minutos se llene una plaza con 1 millón de personas (genial relato La ciudad fantasma)

Es frustrante la situación de los personajes de este libro, que son conscientes de que algo falla en el sistema pero que en vez de rebelarse y luchar, optan por encajar, por pasar desapercibidos, por (aparentar) ser lo más leales, los mejores comunistas, los más entregados a la causa. Lo que sólo es motivo de dolor, rabia, desazón y disputas. El miedo a las represalias es constante y te hace comprender por qué se esfuerzan tanto lo norcoreanos, se muestran tan felices, trabajan sin descanso. Sólo por ser considerados leales.

Este es un libro que genera estupefacción, cierta incomodidad y -en definitiva- compasión por los sus personajes. Sus siete relatos nos ofrecen diferente facetas de una misma irracionalidad, la de un régimen cerrado, totalitario y autárquico que ahoga y reprime a sus ciudadanos condenados al trabajo y a manifestar de manera pública y notoria su afección al Líder y a sus dirigentes, para evitar la sospecha de disidencia. Una sospecha que puede surgir no ya por un comentario explícito criticando algún aspecto del Régimen, sino por un bostezo durante un discurso del Líder, porque la cosecha no ha sido tan productiva como se esperaba, por no llevar el uniforme suficientemente arreglado, por contar una pesadilla en la que Marx sea un monstruo; es decir, por cualquier conducta -controlable o no- que implique separarse del guión oficial de éxito, felicidad y adhesión absoluta.

Así, la vida es sólo El escenario donde cada uno actúa y finge y enmascara sus verdaderos pensamientos y sentimientos para mostrar su mejor imagen de ciudadano leal y entregado. Y sólo en la intimidad y confianza de los amigos más queridos o los familiares, uno se permite dudar de los mensajes oficiales. Pero tampoco demasiado, que nunca se sabe quién puede estar escuchando.

¿Le ocurrira lo mismo a las integrantes del grupo musical que traigo al Blog? Pensé que sería más difícil encontrar música de Corea del Norte, pero aquí tenemos uno de los grupos más exitosos -dicen- del país. Música machacona, imagen anclada en los 70/80 y un mensaje propagándístico nada sutil. Al parecer, esa es la tónica habitual de los cantantes del país. Moranbong Band es una banda enteramente femenina (bien) creada y seleccionada por el mismísimo Kim-Jong Un (no bien) que se dedica a ensalzar las múltiples ventajas del régimen comunista de su país.

Como en otras ocasiones, he seleccionado un video en el que se puede leer texto en el idioma original del libro comentado. Además tiene la traducción al inglés, para ¿reirnos un rato?

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